GEOGRAFÍA - PAÍSES: Japón - 7ª parte

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Japón - 7ª parte


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Historia: desde el siglo XIX

letra capitular En los albores del siglo XIX esta sociedad estaba en los límites de sus posibilidades: a la escasez de moneda se unía el estancamiento demográfico; además, las tierras estaban fraccionadas y con la tecnología de la época no era posible aumentar la productividad. Muchos hijos segundones ya no disponían de ninguna tierra que apropiarse y vagaban sin oficio. Por otro lado, las exacciones a los campesinos mantenían a éstos al borde de la miseria sin enriquecer a sus señores. La suma de todos estos factores provocó que la pauperización imperase en todas las clases sociales.

A lo largo de todo el período Tokugawa estallaron revueltas de campesinos hambrientos, infaliblemente aplastados por los ejércitos señoriales. Pero la necesidad de reformas sólo se percibió cuando el estado japonés se sintió amenazado desde el exterior a partir de las guerras del opio en China, que obligaron a este país a aceptar la presencia occidental por medio de un tratado firmado en 1842. La nobleza japonesa se dividió entre los partidarios de intensificar las relaciones con los extranjeros, con la intención de modernizar al país, y los que querían mantener la tradicional política xenófoba. En todo caso, las relaciones comerciales y diplomáticas con el exterior estaban férrea y monopolísticamente controladas por los agentes del shogun. En 1863 el emperador arrancó al shogun la aprobación para romper hostilidades con los extranjeros si mediaba una provocación de éstos. Los daimyos contrarios a la presencia extranjera provocaron un incidente armado que degeneró en varias escaramuzas bélicas. En realidad, lo que subyacía era un enfrentamiento entre el shogun y sus daimyos más afines, y el grupo de daimyos más alejados que querían participar más activamente, y beneficiarse, en el gobierno central. El emperador, como siempre, buscaba la alianza con los clanes opuestos al regente para contrarrestar la influencia de éste. El grupo revelado renunció a la guerra contra los extranjeros y se ajustó a una guerra civil para derribar el monopolio del shogun. Paradójicamente, esta preparación para la guerra civil tuvo por efecto estrechar los lazos entre el partido del shogun y las potencias extranjeras que le abastecían de pertrechos bélicos.

Pese a estos medios adquiridos costosamente, el ejército del shogun no pudo derrotar a los sublevados, quienes encontraron apoyo en la corte (donde había muerto el emperador dejando un heredero menor de edad), dando un golpe palaciego que derribó al último shogun de la historia japonesa. El nuevo gobierno se instaló en Edo (actual Tokio) y se lanzó a la modernización de Japón, acabando con el pasado feudal: se nacionalizaron fábricas y otros medios de producción, se inició la construcción de ferrocarriles, se creó la moneda nacional --el yen-- y el Banco de Japón, se dictó una legislación sobre actividades productivas y se sustituyeron las rentas por un impuesto sobre ingresos. Este cambio de régimen, promovido por los ejércitos señoriales empeñados en derribar el shogunado, contó con el apoyo del nuevo emperador, Meiji («político esclarecido»), entronizado solemnemente en 1868. Sin embargo, el nuevo régimen sólo beneficiaba a los antiguos daimyo, reconvertidos en capitalistas, pero no a los campesinos y pequeños samurais. Entre los descontentos no tardó en nacer un movimiento parlamentarista (en 1873 se fundó el Partido Liberal)

 El verdadero modernizador del país, quien puso fin a la guerra civil fue Ito Irobumi, economista que comprendió la necesidad de dar prioridad a la industrialización. Para ello, en la década de 1880 puso orden en las finanzas y separó las instituciones públicas de las empresas privadas. Además hizo promulgar en 1889 la primera constitución japonesa, aristocrática y que concedía el poder supremo al emperador. Pero, de hecho, Ito gobernó sirviéndose de pactos personales y de instituciones extraconstitucionales. Para acometer su revolución industrial, Japón obtuvo los medios de su expansionismo por el exterior: a finales del siglo XIX se anexionaron diversos territorios en China y Manchuria. Además, la guerra chino-japonesa de 1894 provocó una verdadera cohesión nacional. Pero si el desarrollo del capitalismo en Japón fue vertiginoso, no le acompañó una maduración de las libertades públicas. La presencia del ejército en los asuntos de estado se intensificó con la guerra ruso-japonesa de 1905, cuando los militares implantaron la represión interior de toda reivindicación democrática. El Parlamento sólo era un representante interpuesto por los grandes grupos de negocios. Desde este momento, los militares ocuparon directamente todos los cargos del gobierno e impusieron su vía hacia la modernización: la creación de un imperio asiático.

La competencia colonial con Alemania llevó a Japón a la Primera Guerra Mundial. Terminada la conflagración, el país se encontró del lado de los vencedores y fue recompensado con el mantenimiento de sus posesiones coloniales, pero la guerra había provocado una recesión económica. Para empeorar la situación, en 1923 un gran terremoto asoló la región de Tokio y Yokohama. Si en 1925 la recién elegida mayoría liberal aprobó la implantación del sufragio universal, al mismo tiempo se dictaba una legislación que endurecía la represión contra los «subversivos» (socialistas, comunistas, anarquistas). En las elecciones de 1928 obtuvo mayoría la Seiyukai, partido fundado por Ito Mirobumi y que representaba en parte a las grandes empresas. El nuevo primer ministro, general Tanaka Giichi, trató de conciliar la política militar y la de los partidos parlamentarios. Pero el general Tanaka se metió en problemas al intervenir en China para impedir la victoria de Tchiang Kai-chek, sin conseguirlo, lo que le costó la dimisión en 1929; fue sustituido por el presidente del Minseito (partido representante de otros grupos industriales). Este gobierno tuvo que hacer frente a la crisis mundial de los años 30, sin mucho éxito. En este tenso clima aparecieron grupos filofascistas, con amplia presencia en el ejército, que practicaban el terrorismo. La economía japonesa fue enderezada con una política inflaccionista que potenciaba la industria armamentista y la formación de todopoderosos monopolios. Para este sistema era básica la política expansionista por el continente, pero se tropezó con la alianza en China de nacionalistas y comunistas. El ejército japonés reclamaba a su gobierno un pacto con Alemania, sustentado en un feroz anticomunismo. El grupo de alianzas tácticas lanzó a Japón a la Segunda Guerra Mundial. 

Entretanto, en el interior se impuso la doctrina del «nuevo orden de Asia oriental», régimen de partido único y militarista, un fascismo a la japonesa. Esta vez, Japón se alineó con los vencidos. Los Estados Unidos ocuparon Japón y obligaron al emperador Hirohito a promulgar una constitución de corte liberal. En 1959 el país recuperó su soberanía e inició un rápido y espectacular desarrollo económico, abriéndose, en cierta manera, al exterior (en 1971 Hirohito se convierte, con su viaje a Alaska, en el primer emperador que realiza una visita oficial). Actualmente, Japón es el mejor aliado de Estados Unidos en Asia. En 1989 falleció el emperador Hirohito, siendo sucedido por su hijo Akihito. En 1991 asumió el gobierno el líder del Partido Liberal Democrático, Kiichi Miyazawa. No obstante, el Partido Socialista aumentó en un 24 % del número de votantes, gracias al voto de castigo femenino que reprendía así la política de marginación del partido conservador hacia las mujeres. Aun así, el PLD consiguió 275 escaños sobre los 136 escaños socialistas. Esta baja de 25 escaños fue la respuesta también al «escándalo Recruit», por el cual altos cargos del gobierno se veían implicados en favores y beneficios utilizando su figura e influencia política. No tardaron en caer primeros ministros como Yasuhiro Nakasone o Noboru Takeshita. En el plano de las relaciones exteriores, Japón aprovecha los cambios políticos en los antiguos regímenes comunistas para extender su economía y mercados hacia éstos: importantes inversiones y ayudas económicas a Corea del Norte, Polonia o Hungría ejemplifican el hecho.

Los cambios en el Este también han favorecido que la influencia nipona en el Pacífico y Asia Oriental aumente; el interés nipón por la estabilidad en estas zonas se asienta en la necesidad de contener el fuerte empuje migratorio chino, y seguir importando materias primas de los estados del SE asiático. La hensei boom (como se conoce al fuerte crecimiento económico japonés de principios de los 90) tiende a convertir a Japón en la primera potencia mundial. En las elecciones de julio de 1993 el PLD perdió la mayoría absoluta, y pudo formarse una coalición de siete partidos que desbancó a los liberaldemócratas del poder. Morhiro Hosokawa ocupó la jefatura del gobierno. En abril de 1994 Hosokawa tuvo que dimitir acusado de corrupción y la frágil coalición que sostenía al gobierno se resintió. Tsutomu Hata asumió la jefatura del gabinete, pero con muchas reservas por parte de los socialistas que finalmente le retiraron su apoyo en junio del mismo año. En estas circunstancias se impuso finalmente un candidato del partido socialista: Tomiichi Murayama formó un nuevo de gobierno. El PLD el partido gobernante desde 1955, apoyó a Murayama. En enero de 1995 un potente terremoto destruyó, casi por completo, la ciudad de Kobe. El temblor de tierra, que tuvo una intensidad de 7,2 en la escala ded Richter, causó la muerte a miles de personas y provocó unas pérdidas materiales enormes, con más de 10.000 edificios destruidos y la mayor parte de las infraestructuras de comunicaciones destruidas.

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